Si en el mundo la balanza ambiental se inclina más hacia el debe que al haber, en la Argentina las cosas no están mucho mejor. “El país no dispone de estudios progresivos de seguimiento climático e hidrológico y ni siquiera sabemos dónde se sembrará mañana y adonde trasladaremos los cultivos que se verán afectados por el cambio de temperatura”, destaca dice Osvaldo Canziani, co-presidente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, que recibió el Nobel de la Paz en 2007. “Es un problema de planificación, y -al igual que ocurre en la mayoría de los países de la región- no tenemos planes a mediano ni a largo plazo para enfrentar los efectos del cambio climático. Medir lo que está ocurriendo es responsabilidad de cada país, y nuestros gobiernos latinoamericanos no lo están haciendo”, agrega el experto.
Un aumento de la temperatura global de entre 1 y 4 °C, podría provocar una progresiva serie de eventos desafortunados (y costosos). La lista incluye, cual dominó: lluvias, tormentas y granizos intermitentes y erráticos en todo el país, tornados desde La Pampa hasta el Noroeste, costas sumergidas en el área del río de la Plata y el Delta, avance de la desertización y salinización en el Gran Chaco, reducción de la producción de energía hidroeléctrica por falta de agua en Cuyo y la Patagonia. “Para 2020, desaparecerán los pequeños glaciares tropicales, y en 2050 faltará el agua en la Argentina”, vaticinan los expertos de IPCC. En tanto, se expandirán las zonas de contagio de enfermedades infecciosas como la Malaria, el Dengue y el Chagas. En el Sur, habrá más casos de cáncer de piel y problemas respiratorios infantiles si sigue disminuyendo la capa de ozono.
El futuro de la producción de trigo, maíz y girasol en los próximos 50 años es incierto, ya que basta un aumento de 2° C de temperatura promedio (lo que ocurrirá antes 2020) para volverlos inviables. En el corto plazo, el maíz perderá un 14% de productividad, y otros cultivos como la cebada, la avena, el trigo, el arroz y el azúcar perderán un 10 %. Sin embargo, hay un “yuyo” que sobrevivirá al maleficio: la soja, que es capaz de soportar un aumento de la temperatura promedio de hasta 3°C. Es bueno tener en cuenta que el monocultivo acelerará la degradación del suelo.Según Canziani, para reducir los efectos del aumento global de la temperatura hay que planificar, e ir relocalizando los cultivos y peces en riesgo en zonas más frescas”. No todo está perdido...
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